...ninguna luz.
Una novela tan mediocre que
sus señas de identidad son sus giros predecibles de folletín y novela rosa (que
recuerda a las novelas de Corin Tellado), su estilo literario un tanto
sencillo, y su ligereza y falta de pretensiones, no pasa de ser un típico libro
de género romántico.
Por pocas novelas que se hayan
leído, sus personajes resultan, además de inverosímiles, planos como la
hojalata; su prosa, patéticamente pobre; los diálogos, sorprendentemente
pueriles; la trama, previsible.
Una historia en primera persona contada por
una protagonista cuya vida interior es similar a la complejidad celular de la
ameba.
No deja de desconcertarme que una
mediocre novela repleta de orgasmos de opereta y pornografía, y que cuenta una
historia de sumisión y esclavitud femenina (voluntariamente aceptada) haya
conseguido apasionar a millones de lectoras del mundo anglosajón, que es,
precisamente, donde más se ha desarrollado la libertad de la mujer (incluida,
desde luego, la sexual) y menores son las diferencias profesionales y sociales
entre sexos. Qué tiempos.